Mucho hemos podido leer estos días sobre lo que está pasando en el mundo.
Mis compañeros de Acción Humanitaria recordaban en las redes lo injusto del criterio y foco de los medios. De todo lo que se ha comentado en ellos, me quedaría con un prisma algo diferente, son imágenes que hablan por si solas: cómo duermen los niños refugiados. En una mezcla chocante de la ternura infantil con la dureza de sus realidades. Y que no están tan lejos de nosotros…
Son evidentes las carencias, algo tan básico como un techo. Pero más allá de lo material, el miedo de sus ojos y gestos algo se tranquilizaría con estar más arropados a nivel emocional. Y con un necesario tratamiento de estrés post-traumático del que lamentablemente muchos ni siquiera oirán hablar.
Mucho nos dice de lo realmente relevante. Abro a la reflexión para los que tenemos la suerte de vivir ahora mismo en otro rincón del mundo. Porque hay quien prefiere mirar para otro lado…